Tiene la cara iluminada.

Le sonríen los labios, las cejas... le sonríen cada vez que lo veo.

Abre sus ojos y sus párpados son dos ventanales. Así pues, veo todo desde unos peldaños por encima, lo justo para ver otra montaña después de la colina, la cual todos miráis pensando que es la cima. Ignorantes... no saber que la montaña más alta lleva su nombre. Y puedo ver el sol saliendo detrás de su risa, que me ciega y me deslumbra. Y puedo ver la luz detrás de sus ojos, que ilumina mi penumbra.

Alcancémoslo.

Hay días que no quieres que acaben, días llenos de instantes mágicos, de colores, de palabras tan bellas... Es por eso que los repetiríamos en bucle si pudiésemos, ¿podemos? 

Hagamos lo imposible: persigamos al sol. Paremos el tiempo y vivamos siempre en el mismo día, sin miedo a que todo se agote. Invitémonos a viajar de su mano. Vayamos de ciudad en ciudad, saltando por cada continente intentando alcanzarlo. 

Se acabaron las noches y los buenos días. Se acabaron los calendarios y las lunas. Se acabaron los desayunos y los despertadores. Bienvenido día infinito del cual no quiero escapar.